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jueves, 13 de marzo de 2025

Canto al Sinaí

Barrio el Sinaí, sector Fundadores Ph:Hilena.

En esta planicie podremos construir nuestras chozas y así lo hicimos, aprovechamos los recursos que la naturaleza nos dio, y con ganas y juncos nuestro barrio se creó. 

Y un día el río rugió, rugió y con fuerza todo a su paso se llevó. (Hablado)

Se la llevó, se la llevó la choza de doña Toña se la llevó,las gallinas y los cultivos se los llevó.

Y ahora que vamos hacer, la corriente se lo llevó, solo maderos y troncos fue lo que quedó y con esto nuevas casas se levantó .

Y rugió, rugió y nuevamente el río se creció.

Se la llevó , se la llevó , la casa e tabla de don Antonio se la llevó, ni los maderos, ni los troncos lo resistió, solo tristeza y desconsuelo solo quedo.

Vecinos, vecinos, si trabajamos juntos haremos algo mejor.
El río nos deja piedra y arena y con ellos construiremos más fuerte nuestra población. (Hablado)

Y rugió, rugió y el caudal grande y furioso apareció.

No lo logró, no lo logró, nuestra casa e piedra al suelo se aferro. 

Lo que unidos y con empeño se construyó, la fuerza del río no lo tumbó.

Orilla del río Medellín, Barrio Sinaí Ph:Hilena




Un viernes en la vida de Lore

Playa en San Onofre, Ricón del mar

A Lore siempre le corresponde abrir su lugar de trabajo los viernes, ya que a esa hora llegan los niños y las niñas a un taller de pedagogía vivencial. Sin embargo, este viernes sería un día fuera de lo normal.

El lunes pasado había regresado de sus vacaciones en México. El viaje de vuelta fue largo y agotador. Desempacó, pero no guardó el equipaje; su cuarto quedó algo desordenado, aunque a ella solo le importaba dormir, y así lo hizo. Durmió el resto del día y toda la noche.

Los días siguientes los pasó completamente en la corporación donde trabaja, poniéndose al día con las tareas acumuladas durante su ausencia.

El jueves en la noche, en la intimidad de su cuarto, se dispuso a descansar. Programó la alarma de su celular para las 8:00 a. m., con la intención de organizar su habitación y arreglarse con calma. Se acostó, pero como le suele suceder, dio muchas vueltas en la cama antes de quedar profundamente dormida.

Al amanecer, mientras estaba entre el sueño y las ganas de despertar, sintió su casa llena de vida. Su padre arreglaba la moto en la acera mientras le llamaba la atención a su nieta y pedía a su esposa que estuviera más pendiente de la niña, pues se estaba untando de aceite. Entre las conversaciones familiares y el sueño, su cerebro asimiló que ya era tarde, pero como la alarma aún no sonaba, se dejó llevar nuevamente por el sueño.

A Lore le encanta el agua, pero cuando sueña con ella, sus sueños suelen ser inquietantes. Casi siempre están relacionados con desastres naturales: aguaceros que desbordan quebradas, ríos y mares que se salen de su cauce. Esta vez no fue la excepción.

Soñó que estaba con dos amigas que en realidad no lo eran, pues sus rostros le resultaban completamente desconocidos. Una era morena, de su edad; la otra, más blanca, parecía una adolescente. Caminaban juntas hasta un morro en un lugar desconocido. Desde allí, veían el mar, que lanzó una ola que les cubrió los pies. Luego, las olas comenzaron a crecer cada vez más. Corrieron cuesta abajo, intentando escapar de la corriente. El caos era total: autos y buses volcados, calles inundadas. Buscando un refugio seguro, treparon por los andenes de las casas. En uno de los buses estaba la madre de la chica morena, quien corrió hacia ella y subió al vehículo justo antes de que este volcara. Lore gritaba desesperada, intentando salvarlas mientras luchaba también por su propia vida. Logró refugiarse en una casa y, de pronto, el mar retrocedió. Muchas personas le preguntaban qué había sucedido, pero ella solo podía pensar en la angustia de haber perdido a su amiga y a su madre.

En ese momento, escuchó la voz de su mamá y despertó, sintiendo un calor insoportable. Miró el celular, convencida de que aún no eran las 8:00 a. m., pero descubrió que se había descargado durante la noche. Buscó el reloj en su mesita de noche y, ¡oh, sorpresa!, eran las doce del mediodía.

Entre el susto por haberse quedado dormida y la preocupación por no haber abierto su lugar de trabajo a tiempo, recordó que el tallerista le había avisado que no habría encuentro ese día. Como no tenía nada más que hacer en la corporación, decidió relajarse y permanecer en su cuarto.

Su hermana entró a la habitación y, en un tono poco usual, comenzó a hablarle sobre sus problemas: que se sentía aburrida, que no se sentía plena. Lore se sorprendió, pues su hermana rara vez hablaba de sus cosas. En esa conversación, descubrió que ambas pasaban por situaciones similares y que entre ellas faltaba más diálogo y comunicación.

Recordó el pasado y miró fotos de épocas anteriores. Sabía que en esos momentos había sido feliz, pero ahora la envolvía una sensación de vacío inexplicable. Pensó que, si ambas se sentían de la misma manera, quizá era algo relacionado con la casa, con el entorno familiar. Recordó que su madre había sido diagnosticada recientemente con hipertensión y que había estado decaída. Además, la familia había pasado por momentos difíciles que, de una u otra manera, las habían afectado a ella y a su hermana, aunque no fueran del todo conscientes de ello.

Pero, como la vida sigue, Lore se levantó, se bañó, almorzó el espagueti que había preparado su madre y se dirigió a la corporación. Pasó la tarde conversando con sus compañeros sobre el viaje, las actividades y la rutina.

El día transcurrió entre reflexiones sobre los temores y las cargas que llevamos dentro, sobre cómo los amigos nos ayudan a sanar por instantes nuestras angustias. Y así terminó su viernes, entre charlas, abrazos, sonrisas, una buena salsa y la compañía de amigos.

Hilena


martes, 11 de marzo de 2025

Santa Cruz, en la memoria de la abuela

Archivo familiar, Banqueo del terreno donde ahora es
La parroquia de Nuestra Señora de la Asunción




Eran años donde los habitantes del barrio se reunían en torno a la parroquia, años de unión y fraternidad.

Aun eran jóvenes cuando llegaron. Venían del barrio la América. Mi bisabuelo les había regalado un pedazo de tierra a mis abuelos para que levantaran su casa. En esa época el abuelo trabajaba en la industria textil y la abuela se dedicaba a las labores del hogar. Para esta época solo tenían tres hijos: León, Alma y Gustavo. El cuarto hijo, Jorge, nació ya viviendo en Santa Cruz.

Eran los inicios de los 50s. El barrio parecía un pueblo. Tenían muchas mangas y las calles eran de tierra amarilla. Existían pocas casas, y las que había, eran hechas de bareque y tejas de barro. Todo era muy verde, con muchos árboles, vacas, gallinas, piscos y cerdos; la gente cultivaba sus propios alimentos, todos eran muy unidos y se apoyaban mutuamente.

Una mañana vieron llegar una gran máquina que empezó a sacar tierra en los predios ubicados al frente de la casa de la abuela, dichos predios pertenecían a la arquidiócesis de Medellín y allí se iniciaría la construcción de la parroquia Nuestra señora de la Asunción. Esa máquina enorme y ruidosa era de gran asombro y fascinación, todos querían verla de cerca y algunos se ponían su mejor traje y postura para tomarse una foto en ella, pues pensaban que nunca volverían a ver algo igual.

Entre todos construyeron la parroquia, los hombres ayudaban en la albañilería, mientras que las mujeres hacían de comer a los trabajadores y vendían empanadas para obtener recursos y así poner bella la parroquia. Las familias encontraban como sitio de encuentro la iglesia, se realizaban bodas, primeras comuniones, funerales, fiestas patronales y navideñas, pero de las celebraciones más esperadas era la Semana Santa que era en vivo, los adultos preparaban toda la puesta en escena, Don Bernardo el dueño de la droguería era quien hacía de Jesús y lo colgaban de la cruz, los jóvenes bajaban al rio a coger varas de caña brava y las colocaban en los andenes para adornar el paso de la procesión. Era todo un acto de reverencia y amor.

Con el pasar de los años el barrio comenzaba a transformarse, cada vez llegaban más personas a poblar el territorio, había varias casas con andenes, ya no había tantos sembrados ni animales, las calles empezaban a cambiar su aspecto pantanoso por el gris del asfalto, empezaron a llegar buses que bajaban desde la terminal la primera del pueblo y los que subían de la terminal de la Rosa, del Popular bajaban los colectivos a toda velocidad, eran unas camionetas adecuadas para el transporte público; Habían más personas, pero la unidad entre los vecinos no era igual, el tiempo los cambió, las formas de habitar los cambio.

Hilena 
12 de Octubre del 2018





Mi anhelo

Anhelo explorar tu cuerpo. Sin tiempo, Sin límites, Porque mi huella en tu piel dejare, Porque siempre te amare. Anhelo fundirme en ti, Como...